Читать книгу «Севильский озорник, или Каменный гость / El burlador de Sevilla y convidado de piedra» онлайн полностью📖 — Тирсо де Молина — MyBook.

Acto II


[En Sevilla, el palacio real]


Salen el Rey y don Diego Tenorio, el viejo

Rey
 
¿Qué me dices?
 
Don Diego
 
Señor, la verdad digo.
Por esta carta estoy del caso cierto,
que es de tu embajador y de mi hermano;
halláronle en la cuadra del rey mismo
con una hermosa dama de palacio.
 
Rey
 
¿Qué calidad?
 
Don Diego
 
Señor, es la duquesa
Isabela.
 
Rey
 
¿Isabela?
 
Don Diego
 
Por lo menos.
 
Rey
 
¡Atrevimiento temerario! ¿Y dónde
ahora está?
 

Adolphe Jean-Baptiste Bayot

Don Diego
 
Señor, a vuestra alteza
no he de encubrille la verdad: anoche
a Sevilla llegó con un criado.
 
Rey
 
Ya conocéis, Tenorio, que os estimo,
y al rey informaré del caso luego,
casando a ese rapaz con Isabela,
volviendo a su sosiego al duque Octavio,
que inocente padece; y luego al punto
haced que don Juan salga desterrado.
 
Don Diego
 
¿Adónde, mi señor?
 
Rey
 
Mi enojo vea
en el destierro de Sevilla; salga
a Lebrija esta noche, y agradezca
sólo al merecimiento de su padre…
Pero, decid, don Diego, ¿qué diremos
a Gonzalo de Ulloa, sin que erremos?
Caséle con su hija y no sé cómo
lo puedo ahora remediar.
 
Don Diego
 
Pues mira,
gran señor, qué mandas que yo haga
que esté bien al honor de esta señora,
hija de un padre tal.
 
Rey
 
Un medio tomo
con que absolvello del enojo entiendo:
Mayordomo mayor pretendo hacelle.
 

(Sale un Criado.)

 
Criado
Un caballero llega de camino,
y dice, señor, que es el duque Octavio.
 
Rey
 
¿El duque Octavio?
 
Criado
 
Sí, señor.
 
Rey
 
Sin duda
que supo de don Juan el desatino,
y que viene, incitado a la venganza,
a pedir que le otorgue desafío.
 
Don Diego
 
Gran señor, en tus heroicas manos
está mi vida, que mi vida propria
es la vida de un hijo inobediente,
que, aunque mozo, gallardo y valeroso,
y le llaman los mozos de su tiempo
el Héctor de Sevilla, porque ha hecho
tantas y tan extrañas mocedades,
la razón puede mucho. No permitas
el desafío, si es posible.
 
Rey
 
Basta.
Ya os entiendo, Tenorio, honor de padre.
Entre el Duque.
 
Don Diego
 
Señor, dame esas plantas.
¿Cómo podré pagar mercedes tantas?
 

(Sale el Duque Octavio, de camino.)

Octavio
 
A esos pies, gran señor, un peregrino,
mísero y desterrado, ofrece el labio,
juzgando por más fácil el camino
en vuestra gran presencia.
 
Rey
 
Duque Octavio…
 
Octavio
 
Huyendo vengo el fiero desatino
de una mujer, el no pensado agravio
de un caballero que la causa ha sido
de que así a vuestros pies haya venido.
 
Rey
 
Ya, duque Octavio, sé vuestra inocencia.
Yo al rey escribiré que os restituya
en vuestro estado, puesto que el ausencia
que hicisteis algún daño os atribuya.
Yo os casaré en Sevilla con licencia
y con perdón y gracia suya;
que puesto que Isabela un ángel sea,
mirando la que os doy, ha de ser fea.
Comendador mayor de Calatrava
es Gonzalo de Ulloa, un caballero
a quien el moro por temor alaba,
que siempre es el cobarde lisonjero.
Este tiene una hija en quien bastaba
en dote la virtud, que considero,
después de la verdad, que es maravilla,
y es sol de las estrellas de Sevilla.
Ésta quiero que sea vuestra esposa.
 
Octavio
 
Cuando yo este viaje le emprendiera
a sólo eso, mi suerte era dichosa,
sabiendo yo que vuestro gusto fuera.
 
Rey
 
Hospedaréis al duque, sin que cosa
en su regalo falte.
 
Octavio
 
Quien espera
en vos, señor, saldrá de premios lleno.
Primero Alfonso sois, siendo el Onceno.w
 

Vanse el Rey y don Diego Tenorio, y sale Ripio.

Ripio
 
¿Qué ha sucedido?
 
Octavio
 
Que he dado
el trabajo recibido,
conforme me ha sucedido,
desde hoy por bien empleado.
Hablé al rey, vióme y honróme,
César con él César fui,
pues vi, peleé y vencí,
y ya hace que esposa tome
de su mano, y se prefiere
a desenojar al rey
en la fulminada ley.
 
Ripio
 
Con razón el nombre adquiere
de generoso en Castilla.
¿Al fin te llegó a ofrecer
mujer?
 
Octavio
 
Sí, amigo, y mujer
de Sevilla, que Sevilla
da, si averiguarlo quieres,
porque de oíllo te asombres,
si fuertes y airosos hombres,
también gallardas mujeres.
Un manto tapado, un brío,
donde un puro sol se esconde,
si no es en Sevilla, (adónde
se admite? El contento mío
es tal que ya me consuela
en mi mal.
 

Salen Catalinon y don Juan.

Catalinon
 
Señor, detente,
que aquí está el duque, inocente
sagitario de Isabela,
aunque mejor le diré
capricornio.
 
Juan
 
Disimula.
 
Catalinon
 
Cuando le vende, le adula.
 
Juan
 
Como a Nápoles dejé
por enviarme a llamar
con tanta prisa mi rey,
y como su gusto es ley,
no tuve, Octavio, lugar
de despedirme de vos
de ningún modo.
 
Octavio
 
Por eso,
don Juan amigo, os confieso,
que hoy nos juntamos los dos
en Sevilla.
 
Juan
 
¿Quién pensara,
duque, que en Sevilla os viera;
vos Puzol, vos la Ribera,
desde Parténope clara
dejáis? Aunque es un lugar
Nápoles tan excelente,
por Sevilla solamente
se puede, amigo, dejar.
 
Octavio
 
Si en Nápoles os oyera,
y no en la parte en que estoy,
del crédito que ahora os doy
sospecho que me riera.
Mas, llegándola a habitar,
es, por lo mucho que alcanza
corta, cualquier alabanza
que a Sevilla queráis dar,
¿quién es el que viene allí?
 
Juan
 
El que viene es el marqués
de la Mota.
 
Octavio
 
Descortés
es fuerza ser.
 
Juan
 
Si de mí
al hubiereis menester,
aquí espada y brazo está.
 
Catalinon
 
(Y si importa gozará
 

Aparte

 
en su nombre otra mujer,
que tiene buena opinión).
 
Octavio
 
De vos estoy satisfecho.
 
Catalinon
 
Si fuere de algún provecho,
señores, Catalinón,
vuarcedes continuamente
me hallarán para servillos.
 
Ripio
 
¿Y dónde?
 
Catalinon
 
En los Pajarillos,
tabernáculo excelente.
 

Vanse Octavio y Ripio y salen el marqués de la Mota y su Criado

Mota
 
Todo hoy os ando buscando,
y no os he podido hallar.
¿Vos, don Juan, en el lugar,
y vuestro amigo penando
en vuestra ausencia?
 
Juan
 
Por Dios,
amigo, que me debéis
esa merced que me hacéis.
 
Catalinon
 
(Como no le entreguéis vos
 

Aparte

 
moza o cosa que lo valga,
bien podéis fiaros de él,
que en cuanto a esto es cruel,
tiene condición hidalga).
 
Juan
 
¿Qué hay de Sevilla?
 
Mota
 
Está ya
toda esta corte mudada.
 
Juan
 
¿Mujeres?
 
Mota
 
Cosa juzgada.
 
Juan
 
¿Inés?
 
Mota
 
A Bejel se va.
 
Juan
 
Buen lugar para vivir
la que tan dama nació.
 
Mota
 
El tiempo la desterró
a Bejel.
 
Juan
 
Irá a morir.
¿Constanza?
 
Mota
 
Es lástima vella
lampiña de frente y ceja,
llámala el portugués vieja,
y ella imagina que bella.
 
Juan
 
Sí, que velha en portugués
suena «vieja» en castellano.
¿Y Teodora?
 
Mota
 
Este verano
se escapó del mal francés
por un río de sudores,
y está tan tierna y reciente
que anteayer me arrojó un diente
envuelto entre muchas flores.
 
Juan
 
¿Julia, la del Candilejo?
 
Mota
 
Ya con sus afeites lucha.
 
Juan
 
¿Véndese siempre por trucha?
 
Mota
 
Ya se da por abadejo.
 
Juan
 
¿El barrio de Cantarranas
tiene buena población?
 
Mota
 
Ranas las más de ellas son.
 
Juan
 
¿Y viven las dos hermanas?
 
Mota
 
Y la mona de Tolú
de su madre Celestina,
que les enseña doctrina.
 
Juan
 
¡Oh, vieja de Belcebú!
¿Cómo la mayor está?
 
Mota
 
Blanca, y sin blanca ninguna.
Tiene un santo a quien ayuna.
 
Juan
 
¿Agora en vigilias da?
 
Mota
 
Es firme y santa mujer.
 
Juan
 
¿Y esotra?
 
Mota
 
Mejor principio
tiene; no desecha ripio.
 
Juan
 
Buen albañir quiere ser.
Marqués, ¿qué hay de perros muertos?
 
Mota
 
Yo y don Pedro de Esquivel
dimos anoche uno cruel,
y esta noche tengo ciertos
otros dos.
 
Juan
 
Iré con vos,
que también recorreré
ciertos nidos que dejé
en güevos para los dos.
¿Qué hay de terrero?
 
Mota
 
No muero
en terrero, que enterrado
me tiene mayor cuidado.
 
Juan
 
¿Cómo?
 
Mota
 
Un imposible quiero.
 
Juan
 
Pues, ¿no os corresponde?
 
Mota
 
Sí,
me favorece y me estima.
 
Juan
 
¿Quién es?
 
Mota
 
Doña Ana, mi prima,
que es recién llegada aquí.
 
Juan
 
Pues, ¿dónde ha estado?
 
Mota
 
En Lisboa,
con su padre en la embajada.
 
Juan
 
¿Es hermosa?
 
Mota
 
Es extremada,
porque en doña Ana de Ulloa
se extremó Naturaleza.
 
Juan
 
¿Tan bella es esa mujer?
¡Vive Dios que la he de ver!
 
Mota
 
Veréis la mayor belleza
que los ojos del sol ven.
 
Juan
 
Casaos, si es tan extremada.
 
Mota
 
El rey la tiene casada
y no se sabe con quién.
 
Juan
 
¿No os favorece?
 
Mota
 
Y me escribe.
 
Catalinon
 
No prosigas, que te engaña
 

(Aparte)

 
el gran burlador de España.
 
Juan
 
Quien tan satisfecho vive
de su amor, ¿desdichas teme?
Sacadla, solicitadla,
escribidla, y engañadla,
y el mundo se abrase y queme.
 
Mota
 
Agora estoy esperando
la postrer resolución.
 
Juan
 
Pues no perdáis la ocasión,
que aquí os estoy aguardando.
 
Mota
 
Ya vuelvo.
 
Catalinon
 
Señor cuadrado,
o señor redondo, adiós.
 
Criado
 
Adiós.
 

Vanse el marqués de la Mota y su Criado.

Juan
 
Pues solos los dos,
amigo, habemos quedado,
los pasos sigue al marqués,
que en el palacio se entró.
 

Vase Catalinon, habla por una reja una mujer

Mujer
 
Ce, ¿a quién digo?
 
Juan
 
¿Quién llamó?
 
Mujer
 
Si sois prudente y cortés,
y su amigo, dadle luego
al marqués este papel;
mirad que consiste en él
de una señora el sosiego.
 
Juan
 
Digo que se lo daré,
soy su amigo y caballero.
 
Mujer
 
Basta, señor forastero,
adiós.
 

Vase la Mujer

Juan
 
Ya la voz se fue.
¿No parece encantamiento
esto que agora ha pasado?
A mí el papel ha llegado
por la estafeta del viento.
Sin duda que es de la dama
que el marqués me ha encarecido.
Venturoso en esto he sido.
Sevilla a voces me llama
el burlador, y el mayor
gusto que en mí puede haber
es burlar una mujer
y dejarla sin honor.
Vive Dios que le he de abrir,
pues salí de la plazuela.
Mas ¿si hubiese otra cautela?
Gana me da de reír.
Ya está abierto el papel,
y que es suyo es cosa llana,
porque aquí firma doña Ana.
Dice así: «Mi padre infiel
en secreto me ha casado,
sin poderme resistir.
No sé si podré vivir,
porque la muerte me ha dado.
Si estimas, como es razón,
mi amor y mi voluntad,
y si tu amor fue verdad,
muéstralo en esta ocasión.
Porque veas que te estimo,
ven esta noche a la puerta,
que estará a las once abierta,
donde tu esperanza, primo,
goces, y el fin de tu amor.
Traerás, mi gloria, por señas
de Leonorilla y las dueñas
una capa de color.
Mi amor todo de ti fío,
y adiós.» ¡Desdichado amante!
¿Hay suceso semejante?
Ya de la burla me río.
Gozaréla, vive Dios,
con el engaño y cautela
que en Nápoles a Isabela.
 

Sale Catalinon.

Catalinon
 
Ya el marqués viene.
 
Juan
 
Los dos
aquesta noche tenemos
que hacer.
 
Catalinon
 
¿Hay engaño nuevo?
 
Juan
 
¡Extremado!
 
Catalinon
 
No lo apruebo.
Tú pretendes que escapemos
una vez, señor, burlados;
que el que vive de burlar,
burlado habrá de escapar
pagando tantos pecados
de una vez.
 
Juan
 
¿Predicador
te vuelves, impertinente?
 
Catalinon
 
La razón hace al valiente.
 
Juan
 
Y al cobarde hace el temor.
El que se pone a servir,
voluntad no ha de tener,
y todo ha de ser hacer,
y nada ha de ser decir.
Sirviendo, jugando estás,
y si quieres ganar luego,
haz siempre, porque en el juego
quien más hace, gana más.
 
Catalinon
 
Y también quien hace y dice
topa y pierde en cualquier parte.
 
Juan
 
Esta vez quiero avisarte
porque otra vez no te avise.
 
Catalinon
 
Digo que de aquí adelante
lo que me mandes haré,
y a tu lado forzaré
un tigre y un elefante;
guárdese de mí un prior
que si me mandas que calle,
y le fuerce, he de forzalle
sin réplica, mi señor.
Sale el marqués de la Mota
 
Juan
 
Calla, que viene el marqués.
 
Catalinon
 
¿Pues, ha de ser el forzado?
 
Juan
 
Para vos, marqués me han dado
un recado harto cortés,
por esa reja, sin ver
el que me lo daba allí.
Sólo en la voz conocí
que me lo daba mujer.
Dícete al fin, que a las doce
vayas secreto a la puerta,
que estará a esperando abierta,
donde tu esperanza goce
la posesión de tu amor,
y que llevases por señas
de Leonorilla y las dueñas,
una capa de color.
 
Mota
 
¿Qué decís?
 
Juan
 
Que este recado
de una ventana me dieron,
sin ver quién.
 
Mota
 
Con él pusieron
sosiego en tanto cuidado.
¡Ay, amigo, sólo en ti
mi esperanza renaciera!
Dame esos pies.
 
Juan
 
Considera
que no está tu prima en mí.
¿Eres tú quien ha de ser
quien la tiene de gozar,
y me llegas a abrazar
los pies?
 
Mota
 
Es tal el placer
que me ha sacado de mí.
¡Oh sol, apresura el paso!
 
Juan
 
Ya el sol camina al ocaso.
 
Mota
 
Vamos, amigo, de aquí,
y de noche nos pondremos;
loco voy.
 
Juan
 
Bien se conoce,
mas yo bien sé que a las doce
harás mayores extremos.
 
Mota
 
¡Ay, prima del alma, prima,
que quieres premiar mi fe!
 
Catalinon
 
¡Vive Cristo que no dé
 

(Aparte)

 
una blanca por su prima!
 

Vase el marqués de la Mota, y sale don Diego

Diego
 
¡Don Juan!
 
Catalinon
 
Tu padre te llama.
 
Juan
 
¿Qué manda vueseñoría?
 
Diego
 
Verte más cuerdo quería,
más bueno, y con mejor fama.
¿Es posible que procuras
todas las horas mi muerte?
 
Juan
 
¿Por qué vienes de esa suerte?
 
Diego
 
Por tu trato, y tus locuras.
Al fin el rey me ha mandado
que te eche de la ciudad,
porque está de una maldad
con justa causa indignado.
Que aunque me lo has encubierto,
ya en Sevilla el rey lo sabe,
cuyo delito es tan grave,
que a decírtelo no acierto.
¿En el palacio real
traición, y con un amigo?
Traidor, Dios te dé el castigo
que pide delito igual.
Mira que aunque al parecer
Dios te consiente, y aguarda,
tu castigo no se tarda,
y que castigo ha de haber
para los que profanáis
su nombre, y que es juez fuerte
Dios en la muerte.
 
Juan
 
¿En la muerte?
¿Tan largo me lo fiáis?
De aquí allá hay larga jornada.
 
Diego
 
Breve te ha de parecer.
 
Juan
 
Y la que tengo de hacer,
pues a su alteza le agrada,
agora, ¿es larga también?
 
Diego
 
Hasta que el injusto agravio
satisfaga el duque Octavio,
y apaciguados estén
en Nápoles de Isabela
los sucesos que has causado,
en Lebrija retirado,
por tu traición y cautela,
quiere el rey que estés agora,
pena a tu maldad ligera.
 
Catalinon
 
(Si el caso también supiera
 

Aparte

 
de la pobre pescadora,