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s i e l l a h u y e r a

(un misterio kate wise — libro 5)

b l a k e p i e r c e

Blake Pierce

Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio RILEY PAIGE que cuenta con trece libros hasta los momentos. Blake Pierce también es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con nueve libros), de la serie de misterio de AVERY BLACK (que cuenta con seis libros), de la serie de misterio de KERI LOCKE (que cuenta con cinco libros), de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE (que cuenta con tres libros), de la serie de misterio de KATE WISE (que cuenta con dos libros), de la serie de misterio psicológico de CHLOE FINE (que cuenta con dos libros) y de la serie de misterio psicológico de JESSE HUNT (que cuenta con tres libros).

Blake Pierce es un ávido lector y fan de toda la vida de los géneros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, así que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com para saber más y mantenerte en contacto.

Copyright © 2019 by Blake Pierce. Todos los derechos reservados. Excepto como esté permitido bajo la U.S. Copyright Act of 1976, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida bajo ninguna forma y por ningún medio, o almacenada en una base de datos o sistema de recuperación, sin el permiso previo del autor. Este libro electrónico está licenciado solo para su entretenimiento personal. Este libro electrónico no puede ser revendido o regalado a otras personas. Si usted quisiera compartir este libro con otra persona, compre por favor una copia adicional para cada destinatario. Si usted está leyendo este libro y no lo compró, o no fue comprador para su uso exclusivo, entonces por favor regréselo y compre su propia copia. Gracias por respetar el arduo trabajo de este autor. Esta es una obra de ficción. Nombre, personajes, negocios, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son, o producto de la imaginación del autor o son usados en forma de ficción. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. Imagen de portada Copyright andreluc88, usada bajo licencia de Shutterstock.com.

Traducción: Milagros Rosas Tirado

LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE

SERIE DE THRILLER DE SUSPENSE PSICOLÓGICO CON JESSIE HUNT

EL ESPOSA PERFECTA (Libro #1)

EL TIPO PERFECTO (Libro #2)

LA CASA PERFECTA (Libro #3)

SERIE DE MISTERIO PSICOLÓGICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE

AL LADO (Libro #1)

LA MENTIRA DEL VECINO (Libro #2)

CALLEJÓN SIN SALIDA (Libro #3)

SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE

SI ELLA SUPIERA (Libro #1)

SI ELLA VIERA (Libro #2)

SI ELLA CORRIERA (Libro #3)

SI ELLA SE OCULTARA (Libro #4)

SI ELLA HUYERA (Libro #5)

SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE

VIGILANDO (Libro #1)

ESPERANDO (Libro #2)

ATRAYENDO (Libro #3)

SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE

UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1)

UNA VEZ TOMADO (Libro #2)

UNA VEZ ANHELADO (Libro #3)

UNA VEZ ATRAÍDO (Libro #4)

UNA VEZ CAZADO (Libro #5)

UNA VEZ AÑORADO (Libro #6)

UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7)

UNA VEZ ENFRIADO (Libro #8)

UNA VEZ ACECHADO (Libro #9)

UNA VEZ PERDIDO (Libro #10)

UNA VEZ ENTERRADO (Libro #11)

UNA VEZ ATADO (Libro #12)

UNA VEZ ATRAPADO (Libro #13)

UNA VEZ INACTIVO (Libro #14)

SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE

ANTES DE QUE MATE (Libro #1)

ANTES DE QUE VEA (Libro #2)

ANTES DE QUE CODICIE (Libro #3)

ANTES DE QUE SE LLEVE (Libro #4)

ANTES DE QUE NECESITE (Libro #5)

ANTES DE QUE SIENTA (Libro #6)

ANTES DE QUE PEQUE (Libro #7)

ANTES DE QUE CACE (Libro #8)

ANTES DE QUE ATRAPE (Libro #9)

ANTES DE QUE ANHELE (Libro #10)

ANTES DE QUE DECAIGA (Libro #11)

SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK

CAUSA PARA MATAR (Libro #1)

UNA RAZÓN PARA HUIR (Libro #2)

UNA RAZÓN PARA ESCONDERSE (Libro #3)

UNA RAZÓN PARA TEMER (Libro #4)

UNA RAZÓN PARA RESCATAR (Libro #5)

UNA RAZÓN PARA ATERRARSE (Libro #6)

SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE

UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1)

UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2)

UN RASTRO DE VICIO (Libro #3)

UN RASTRO DE CRIMEN (Libro #4)

UN RASTRO DE ESPERANZA (Libro #5)

CONTENIDO

PRÓLOGO

CAPÍTULO UNO

CAPÍTULO DOS

CAPÍTULO TRES

CAPÍTULO CUATRO

CAPÍTULO CINCO

CAPÍTULO SEIS

CAPÍTULO SIETE

CAPÍTULO OCHO

CAPÍTULO NUEVE

CAPÍTULO DIEZ

CAPÍTULO ONCE

CAPÍTULO DOCE

CAPÍTULO TRECE

CAPÍTULO CATORCE

CAPÍTULO QUINCE

CAPÍTULO DIECISÉIS

CAPÍTULO DIECISIETE

CAPÍTULO DIECIOCHO

CAPÍTULO DIECINUEVE

CAPÍTULO VEINTE

CAPÍTULO VEINTIUNO

CAPÍTULO VEINTIDÓS

CAPÍTULO VEINTITRÉS

CAPÍTULO VEINTICUATRO

CAPÍTULO VEINTICINCO

CAPÍTULO VEINTISÉIS

CAPÍTULO VEINTISIETE

PRÓLOGO

La mayoría de los días, Karen Hopkins disfrutaba trabajar desde casa. Se mantenía ocupada, lo que era bueno pues su pequeño negocio de optimización para web, que se suponía solo iba a ser una actividad secundaria, de alguna manera se había ido convirtiendo en un asunto de tiempo completo —un asunto de tiempo completo que iba a ayudarles a ella y a Gerald, su esposo, a retirarse en dos o tres años. Pero había días en los cuales los clientes eran tan necios que casi anhelaba los años en los que había estado subordinada a otro. La habilidad para pasarle los clientes problemáticos a alguien más alto en la cadena le habría beneficiado muchísimo.

Contemplaba un correo-e, preguntándose cómo podía responder a la tonta pregunta de su cliente con una respuesta que no la hiciera sonar grosera. Tenía una de sus listas de música clásica sonando en Spotify —pero no las del tipo con múltiples cuerdas que ahogaban los acordes del piano. No, ella prefería solo el piano. En ese momento, intentaba disfrutar de la Gimnopedia No. 1 de Erik Satie.

La palabra clave era intentaba. La distraía el correo-e y las preguntas del hombre que estaba en la sala de estar. Esta se hallaba separada de su oficina por una simple pared, lo que significaba que siempre que el hombre tenía una pregunta, prácticamente tenía que gritarle. Era amistoso, pero vaya por Dios, empezaba a arrepentirse de haberlo llamado.

—La alfombra que tiene aquí es fabulosa —dijo, con una voz que taladraba la pared, a Erik Satie, y sus propias reflexiones con respecto a este condenado correo-e—. ¿Es oriental?

—Eso creo —dijo Karen, voceando por encima de su hombro. Estaba de espaldas al pasillo y a la sala de estar que estaba más allá, lo que la forzaba a hablar en voz más bien alta.

Intentó sonar educada… alegre, incluso. Pero era difícil. La distraía demasiado. Y este correo era importante. Era de un cliente que acudía de nuevo a ellos, dispuesto a traer aún más trabajo para los siguientes meses, solo que las personas que llevaban su negocio aparentemente eran idiotas.

Comenzó a teclear su respuesta, seleccionando cada palabra cuidadosamente. Era difícil sonar profesional y razonable cuando estabas irritada y cuestionabas la inteligencia de la persona a la que estabas escribiendo. Ella sabía esto muy bien, considerando que tenía que soportarlo varias veces al mes.

Contó cuatro segundos antes de que el hombre en la sala llamara de nuevo. Karen se encogió, deseando no haberlo llamado. El momento era totalmente inadecuado. ¿Qué diablos había estado pensando? Este asunto podía esperar hasta el fin de semana, en verdad.

—Estoy viendo las fotos de sus hijos sobre el mantel. ¿Cuántos son? ¿Tres?

—Sí.

—¿Qué edades tienen?

Tuvo que morderse el labio para no contestarle mal al hombre. Era importante mantener las apariencias. Además, nunca se sabía cuándo tendría que llamarlo de nuevo.

—Oh, ya crecieron. Veinte, veintitrés, y veintisiete.

—Un bello trío de muchachos, sin duda —replicó él. Entonces calló. Ella le escuchó moviéndose por la sala de estar, mientras tarareaba un sonsonete. Le tomó a Karen un momento darse cuenta que estaba tarareando la música de su despacho, que era ahora otra pieza de Satie. Puso los ojos en blanco, deseando en verdad que se quedara callado. Cierto, ella lo había llamado para que realizara un servicio pero ya la estaba irritando. ¿Acaso la mayoría de los técnicos no venían, trabajaban en silencio, y se iban felices con su paga? ¿Cuál era el problema con este sujeto?

—Gracias —logró decir, sin que le gustara la idea de que viera las fotos de sus hijos.

Bajó la cabeza y regresó al correo. Por supuesto, fue inútil. Aparentemente, su visitante estaba empeñado en tener una conversación a través de la pared.

—¿Ellos viven por aquí? —preguntó.

—No —dijo ella. Fue breve y cortante esta vez, hasta el extremo de voltear la cabeza a la derecha para que quizás pudiera notar la irritación en su voz. No iba a darle las ubicaciones de cada uno de sus hijos. Solo Dios sabía qué clase de preguntas podían salir de eso.

—Ya veo —dijo.

Si no hubiera estado tan preocupada con el correo que tenía delante, podría haber reconocido el inquietante silencio que siguió a la pregunta. Era un silencio preñado de lo que podía venir a continuación.

—¿Espera hoy visitas?

No estaba segura de por qué, pero algo en esa pregunta encendió el miedo en ella. Era raro que una pregunta así la hiciera un extraño, particularmente uno que había contratado para un servicio. Y... ¿había escuchado un tono distinto en su voz al hacer esa pregunta?

Preocupada ahora, dejó la portátil. Parecía que algo pasaba con él. Y ahora ella no estaba simplemente irritada con sus preguntas, también se estaba asustando.

—Tengo unas amigas que vienen más tarde a tomar café —mintió—. No estoy segura de cuándo, sin embargo. La mayoría de las veces simplemente se dejan caer cuando quieren.

Para esto no hubo respuesta y le infundió más miedo que ninguna otra cosa. Lentamente, Karen rodó su silla hacia atrás y se levantó. Caminó hasta la entrada que conectaba su despacho con la sala de estar. Se asomó al interior para ver qué estaba haciendo.

No estaba allí. Las herramientas de su oficio todavía estaban allí, pero a él no se le veía por ningún lado.

Llama a la policía…

El pensamiento pasó como saeta por su mente y lo acogió como un buen consejo. Pero también sabía que tenía tendencia a sobredimensionar las cosas. Quizás el hombre había ido hasta su camioneta o algo parecido.

No creo, pensó. ¿Escuchaste el sonido de la puerta al abrir y cerrar? Además, ha estado muy conversador desde el principio. Te hubiera dicho que iba a salir…

Se paralizó a unos pasos de la sala de estar. —Oiga —dijo, su voz temblaba un poco—, ¿adónde se ha ido?

No hubo respuesta.

Algo está mal, gritó la voz en su cabeza. ¡Llama a la policía ya!

Con el terror expandiéndose en su interior, Karen retrocedió, apartándose lentamente de la sala de estar. Comenzó a volverse hacia la oficina donde se hallaba su celular, colocado sobre su escritorio.

Al volverse, chocó con algo duro. Apenas tuvo chance de percibir el olor a sudor.

Fue entonces cuando algo rodeó su cuello, apretando con fuerza.

Karen Hopkins luchó, forcejeando contra lo que rodeaba su cuello, fuese lo que fuese. Pero mientras más luchaba, más apretado lo sentía. Era áspero, cortante y se iba enterrando a medida que se resistía. Sintió que un hilillo de sangre corría por su pecho al tiempo que se le hacía difícil respirar.

Luchó a pesar de todo, haciendo lo que podía para arrastrar al atacante a la oficina para así poder agarrar su celular. Sentía que más sangre brotaba de su cuello, no demasiado, solo un hilo. La cosa alrededor de su cuello apretó aún más. Lentamente fue cayendo a poco más de un metro de su escritorio. En ese momento, todo lo que sus ojos podían ver era la pantalla de la portátil delante de ella. Esa pantalla blanca, con un correo inconcluso que ya nunca enviaría.

Observó cómo titilaba el cursor de manera insistente, aguardando la siguiente palabra.

Pero esa palabra nunca sería escrita.

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