Читать книгу «Un Rito De Espadas» онлайн полностью📖 — Моргана Райс — MyBook.
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Pero a él nunca se le había brindado esa oportunidad y no envidiaría con recelo el logro de Thor. Kendrick no era codicioso; por el contrario, se maravilló del destino de Thor. Aunque no lo entendía. ¿La leyenda era falsa? ¿O Thor era un MacGil? ¿Cómo podría serlo? A menos que Thor también fuera hijo del rey MacGil. Kendrick quería saber. Su padre tenía fama de dormir con muchas mujeres fuera de su matrimonio – que era en realidad cómo él mismo había sido engendrado.

¿Fue por eso que Thor había salido a toda prisa de Silesia, después de hablar con su madre? ¿Qué habían discutido, exactamente? Su madre no lo diría. Era la primera vez que ella mantenía algo en secreto, de todos ellos. ¿Por qué ahora? ¿Qué secreto guardaba? ¿Qué podría haber dicho que había hecho que Thor saliera corriendo de esa manera, dejándolos sin decir una palabra?

Hizo que Kendrick pensara en su propio padre, en su linaje. Aunque deseaba tanto que no fuera así, le quemaba la idea de ser ilegítimo, y por millonésima vez, se preguntaba quién era su verdadera madre. Él había escuchado varios rumores a lo largo de su vida acerca de las distintas mujeres con las que se había acostado su padre, el rey MacGil, pero nunca lo había sabido con certeza. Cuando todo se hubiera arreglado – si alguna vez ocurría – y el Anillo volvía a la normalidad, Kendrick decidió que descubriría con seguridad quién era su madre. Él podría enfrentarse a ella. Le preguntaría por qué lo había dejado ir, por qué nunca había formado parte de su vida. Cómo había conocido a su padre. Realmente quería conocerla, ver su rostro; ver si se parecía a él; y hacer que le dijera que sin duda era legítimo, tan legítimo como cualquier otro.

Kendrick se alegró de que Thor hubiera salido corriendo para recuperar a Gwendolyn, sin embargo, una parte de él también deseaba que Thor se hubiera quedado. Al entrar en batalla, ampliamente superados en número contra las decenas de miles de hombres de Andrónico, Kendrick sabía que podían utilizar a Thor y Mycoples ahora más que nunca.

Pero Kendrick había nacido y sido criado como guerrero, y no iba a sentarse a esperar a que otros pelearan sus batallas por él. En cambio, hizo lo que su instinto le había ordenado hacer: salir y conquistar lo más posible del ejército del Imperio como pudiera, con sus propios hombres. Él no tenía las armas especiales como Mycoples o la Espada del Destino, pero tenía dos manos, mismas que había usado desde que era un niño. Y eso siempre había sido suficiente.

Ascendieron una colina y al llegar a su cresta, Kendrick miró al horizonte y vio a lo lejos una pequeña ciudad de MacGil, Lucia, la primera ciudad al Este de Silesia. Los cadáveres del Imperio estaban alineados en el camino, y evidentemente la ola de destrucción de Thor había terminado aquí. En el horizonte lejano, Kendrick podía ver un batallón del ejército de Andrónico retirándose, cabalgando hacia el Este. Él supuso que se dirigían al campamento principal de Andrónico, a la seguridad del otro lado de la zona montañosa. El cuerpo principal del ejército se estaba retirando – pero dejaron detrás una división menor para tener bajo control a Lucia. Varios miles de los hombres de Andrónico fueron colocados en la ciudad, montando guardia ante ella. También eran visibles sus ciudadanos, esclavizados por los soldados.

Kendrick recordaba lo que había pasado con ellos en Silesia, cómo los habían tratado y su cara enrojecida con un deseo de venganza.

"¡AL ATAQUE!", gritó Kendrick.

Levantó su espada por lo alto y detrás de él se oyeron los gritos animados de miles de soldados.

Kendrick pateó su caballo, y todos ellos corrieron al unísono hacia abajo de la colina, rumbo a Lucia. Los dos ejércitos se preparaban para el enfrentamiento, y aunque ambos tenían igual cantidad de soldados, Kendrick sabía que no coincidían en términos de sentimientos. Esta división remanente del ejército de Andrónico era de invasores que huían, mientras que Kendrick y sus hombres estaban dispuestos a luchar por sus vidas para proteger a su patria.

Su grito de batalla ascendía a los cielos mientras se dirigían hacia las puertas de Lucía. Llegaron tan rápido y tan pronto que varias docenas de soldados del Imperio que montaban guardia se dieron vuelta y se miraron unos a otros confundidos, evidentemente no esperaban este ataque. Los soldados del Imperio se dieron vuelta, corrieron al interior de las puertas y con furia dieron vuelta a las manivelas para bajar la verja levadiza.

Pero no lo suficientemente rápido. Varios de los arqueros de Kendrick, liderando el camino, dispararon y los mataron, sus flechas aterrizaron expertamente en sus pechos y espaldas, encontrando las juntas en sus armaduras. El mismo Kendrick aventó una lanza, como lo hizo Reece que estaba junto a él. Kendrick encontró su objetivo – un gran guerrero apuntando con un arco – y quedó impresionado al ver a Reece encontrar el suyo sin esfuerzo, perforando el corazón de un soldado. La puerta permanecía abierta y los hombres de Kendrick no dudaron. Con un gran grito de batalla, fueron a la carga, dirigiéndose hacia el corazón de la ciudad, sin parar, para mantenerse alejados de la confrontación.

Surgió un gran sonido de metal cuando Kendrick y los demás levantaron las espadas y hachas y lanzas y alabardas y enfrentaron a los miles de soldados del Imperio que corrieron a recibirlos a caballo. Al primero en hacer impacto, Kendrick levantó su escudo y bloqueó un golpe, al mismo tiempo que hacía girar su espada y mataba a dos soldados. Sin dudarlo, se dio vuelta y bloqueó otro golpe de espada, luego empujó su espada en el estómago de un soldado del Imperio. Mientras el hombre moría, Kendrick pensó en vengarse; pensó en Gwendolyn, en su gente, en toda la gente del Anillo que había sufrido.

Reece, junto a él, hizo girar su mazo e impactó a un soldado en un costado de la cabeza, derribándolo de su caballo, y luego levantó su escudo y bloqueó un golpe que iba hacia un costado de él. Él giró su mazo y derribó a su atacante. Elden, junto a él, corrió hacia adelante con su gran hacha y la bajó sobre un soldado que apuntaba a Reece, cortando directamente su escudo y yendo hacia su pecho.

O’Connor disparó varias flechas con mortal precisión, incluso a tan corta distancia, mientras que Conven se lanzaba a la batalla y luchaba temerariamente, arremetiendo más allá de todos los demás hombres, sin siquiera molestarse en elevar su escudo. En cambio, giró dos espadas, dirigiéndolas hacia el grueso de los soldados del Imperio, como si quisiera morir. Pero sorprendentemente, no lo hizo. En cambio, derribó a los hombres a la izquierda y a la derecha.

Indra le siguió no muy lejos. Era audaz, más que la mayoría de los hombres. Usaba su daga con habilidad y astucia, cortando como un pez a través de las filas y apuñalando a los soldados del Imperio en la garganta. Mientras lo hacía, pensaba en su tierra natal, en cuánto había sufrido su gente bajo la bota del Imperio.

Un soldado del Imperio bajó su hacha hacia la cabeza de Kendrick antes de que él pudiera esquivarlo, y se preparó para el golpe; pero escuchó un gran sonido metálico y vio a su amigo Atme a su lado, deteniendo el golpe con su escudo. Entonces Atme clavó su lanza corta y apuñaló al atacante en el intestino. Kendrick sabía que le debía su vida, una vez más.

Mientras otro soldado iba hacia adelante con un arco y una flecha dirigida hacia Atme, Kendrick se dirigía hacia el frente y le cortó su espada hacia arriba, lanzó el arco hacia el cielo, la flecha navegó sin rumbo sobre la cabeza de Atme. Entonces Kendrick embistió al soldado en el puente de la nariz con la empuñadura de su espada, derribándolo de su caballo, donde fue aplastado hasta morir. Ya estaban a mano.

Y la batalla siguió y siguió, cada ejército dando golpe tras golpe, los hombres cayendo en ambos lados, pero más en el lado del Imperio, ya que los hombres de Kendrick atacaban con rabia, presionando más y más hacia la ciudad. Eventualmente, su fuerza barrió con ellos como una marea. Los hombres del Imperio eran guerreros fuertes, pero eran los que se utilizaban para atacar y fueron tomados por sorpresa; pronto, fueron incapaces de organizar y retener el oleaje del ejército de Kendrick. Ellos fueron repelidos y cayeron en grandes cantidades.

Después de casi una hora de intensa lucha, las pérdidas del Imperio se convirtieron en una retirada a gran escala. Alguien de su lado hizo sonar un cuerno, y uno por uno comenzaron a darse vuelta e irse galopando, tratando de salir de la ciudad.

Con un grito aún mayor, Kendrick y sus hombres fueron tras ellos, persiguiéndolos hasta Lucia y siguiéndolos por las puertas traseras.

Quienes permanecieron en el batallón del Imperio, todavía cientos de ellos que eran fuertes, se fueron cabalgando por sus vidas en un caos organizado, corriendo hacia el horizonte. Surgió un gran grito en Lucia de los prisioneros liberados de MacGil. Los hombres de Kendrick cortaron sus cuerdas y los liberaron conforme pasaban, y los prisioneros no perdieron el tiempo corriendo a los caballos de los soldados caídos del Imperio, montándolos, quitándole las armas a los cadáveres y uniéndose a los hombres de Kendrick.

El ejército de Kendrick se incrementó a casi el doble de su tamaño y los miles de ellos persiguieron a los soldados del Imperio, cabalgando arriba y abajo de las colinas hasta alcanzarlos. O’Connor y los otros arqueros lograron derribar a algunas de ellos, cayendo los cadáveres aquí y allá.

La persecución continuó, Kendrick se preguntaba hacia dónde se dirigían, cuando él y sus hombres llegaron a una colina particularmente alta y miró hacia abajo y vio a una de las ciudades más grandes de los MacGil al este de Silesia – Vinesia – enclavada entre dos montañas, en el valle. Era una ciudad importante, mucho mayor que Lucia, con gruesos muros de piedra y puertas de hierro. Kendrick se dio cuenta de que fue en este lugar hacia donde huyeron los restos del batallón del Imperio, ya que la ciudad estaba protegida por decenas de miles de los hombres de Andrónico.

Kendrick hizo una pausa con sus hombres en la cima de la colina y asimiló la situación. Vinesia era una ciudad importante, y eran ampliamente superados en número. Sabía que sería imprudente intentarlo, que lo más seguro sería regresar a Silesia y estar agradecidos por su victoria de hoy, aquí.

Pero Kendrick no estaba de humor para las opciones seguras – y tampoco sus hombres. Querían sangre. Querían venganza. Y en un día como hoy, las probabilidades ya no importaban. Era hora de que los hombres del Imperio, supieran de qué estaban hechos los MacGil.

"¡A LA CARGA!", gritó Kendrick.

Surgió un grito, y miles de hombres fueron corriendo hacia adelante, dirigiéndose temerariamente hacia abajo de la colina, a la gran ciudad y hacia el gran rival, dispuestos a arriesgar sus vidas, a arriesgarlo todo por el honor y por su valor.