Читать книгу «Un Reino De Hierro » онлайн полностью📖 — Моргана Райс — MyBook.
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CAPÍTULO TRES

Las manos de Luanda temblaban mientras caminaba paso a paso a través del amplio cruce fronterizo del Cañón. Con cada paso que daba sentía que su vida llegaba a su fin, sentía que abandonaba un mundo y entraba en otro. Pero a unos pasos de alcanzar el otro lado, sintió como si fueran sus últimos pasos en la tierra.

Parado a pocos metros de distancia estaba Rómulo y detrás de él, sus millones de soldados del Imperio. Dando vueltas en círculo por lo alto con un chirrido sobrenatural, volaban decenas de dragones, las criaturas más feroces que Luanda había visto, azotando sus alas contra el muro invisible que era el Escudo. Luanda sabía que con sólo dar unos cuantos pasos más, con salir del Anillo, el Escudo bajaría para siempre.

Luanda miró el destino que estaba esperando ante que ella, a la muerte segura a la que se enfrentaba a manos de Rómulo y sus hombres salvajes. Pero esta vez, a ella ya no le importaba. Todo lo que amaba, ya se lo habían quitado. Su marido, Bronson, el hombre al que más amaba en el mundo, había sido asesinado – y todo había sido culpa de Gwendolyn. Ella culpaba a Gwendolyn por todo. Ahora, finalmente, era momento de la venganza.

Luanda se detuvo a 30 centímetros de distancia de Rómulo, viéndose ambos a los ojos, mirándose fijamente uno al otro sobre la línea invisible. Era un hombre grotesco, dos veces más ancho que cualquier hombre, puro músculo, había tanto músculo en sus hombros que su cuello desaparecía. Su rostro era todo quijada, con grandes ojos negros, como canicas, y su cabeza era demasiado grande para su cuerpo. Él la miró como un dragón mira a su presa, y ella no tenía ninguna duda de que la  haría pedazos.

Se miraron fijamente uno al otro en el grueso silencio, y una sonrisa cruel se extendió en su rostro, junto con una mirada de sorpresa.

"Nunca pensé que volvería a verte", dijo ella. Su voz era profunda y gutural, haciéndose eco en este horrible lugar.

Luanda cerró los ojos y trató de hacer que Rómulo desapareciera. Trató de hacer que su vida desapareciera.

Pero cuando abrió los ojos, él estaba todavía allí.

"Mi hermana me ha traicionado", respondió suavemente. "Y ahora es momento de que yo la traicione.

Luanda cerró los ojos y dio un paso final fuera del puente, al otro extremo del Cañón.

Al hacerlo, se escuchó un estruendoso ruido silbante detrás de ella; hubo un remolino de niebla en el aire desde el fondo del Cañón, como una gran ola que se elevaba y de repente volvía a caer otra vez. Hubo un sonido, como si se agrietara la tierra, y Luanda sabía con certeza que el Escudo se había desactivado. Que ahora nada quedaba entre el ejército de Rómulo y el Anillo. Y que el Escudo se había roto para siempre.

Rómulo la miró, mientras Luanda se quedaba valientemente de pie a 30 centímetros de distancia, frente a él, inquebrantable, viéndolo de manera desafiante. Sintió miedo pero no lo demostró. Ella no quería darle esa satisfacción a Rómulo. Ella quería que él la matara mientras lo miraba a la cara. Al menos eso le daría algo. Solo quería que él acabara con eso.

En cambio, la sonrisa de Rómulo se extendió y continuó mirándola directamente, en vez de ver al puente como ella esperaba que lo hiciera.

"Ya tienes lo que quieres", dijo ella, desconcertada. "El Escudo está desactivado". El Anillo es tuyo. ¿No vas a matarme ahora?".

Él meneó la cabeza.

"No eres lo que esperaba", dijo él finalmente, analizándola. "Podría dejarte vivir. Quizás incluso te podría hacer mi esposa".

Luanda sintió arcadas de solo pensarlo; esta no era la reacción que quería.

Ella se inclinó hacia atrás y escupió en su cara, con la esperanza de que eso hiciera que la matara.

Rómulo subió la mano y le pegó en la cara con el dorso de su mano, y Luanda se preparó para el golpe por venir, esperando que la golpeara como antes, que le rompiera la mandíbula – que hiciera cualquier cosa menos ser amable con ella. En cambio, el dio un paso al frente, la sujetó por la parte trasera de la cabeza, la atrajo hacia él y la besó con fuerza.

Ella sintió sus labios, grotescos, agrietados, lleno de músculos, como una serpiente, mientras él la apretaba hacia él con más y más fuerza, tanta, que ella apenas podía respirar.

Finalmente, él se alejó – y al hacerlo, le dio una bofetada, golpeándola con tanta fuerza que su piel le dolió.

Ella lo miró horrorizada, lleno de asco, sin entenderlo.

"Encadénenla y manténganla cerca de mí", ordenó. Apenas había terminado de pronunciar las palabras, cuando sus hombres dieron un paso adelante y le ataron los brazos detrás de su espalda.

Los ojos de Rómulo se abrieron de par en par con deleite, mientras daba un  paso adelante frente a sus hombres y, preparándose, dio el primer paso hacia el puente.

No había un Escudo para detenerlo. Estaba ahí parado sano y salvo.

Rómulo sonrió ampliamente, luego soltó a reír, extendiendo ampliamente sus brazos musculosos mientras lanzaba hacia atrás su cabeza. Rio con fuerza, triunfante; el sonido se hizo eco a lo largo del Cañón.

"Es mío", dijo él. "¡Todo mío!".

Su voz se hizo eco, una y otra vez.

"Señores", añadió él. "¡Invadan!".

Sus tropas de pronto corrieron alejándose de él, soltando un gran grito de ovación que se encontró en lo alto con el ruido de los dragones que agitaban sus alas y volaban elevándose por encima del Cañón. Entraron en el remolino de niebla, chirriando, con un gran ruido que se elevó hasta los cielos, que dejó saber al mundo que el Anillo nunca volvería a ser el mismo otra vez.

CAPÍTULO CUATRO

Alistair estaba en los brazos de Erec en la proa del enorme barco, que se movía suavemente arriba y abajo, mientras las olas del enorme océano pasaban una y otra vez. Ella miró hacia arriba, hipnotizada, a las millones de estrellas rojas cubriendo el cielo de la noche brillando en la distancia; la cálida brisa pasaba acariciándola, arrullándola para dormir. Se sintió contenta. El simple hecho de estar aquí junto a Erec, hacía que todo su mundo tuviera paz; aquí, en esta parte del mundo, en este vasto océano, sentía que todos los problemas del mundo habían desaparecido. Un montón de obstáculos los habían mantenido separados, y ahora, finalmente, sus sueños se estaban volviendo realidad. Estaban juntos y no había nadie ni nada que se interpusiera entre ellos. Ya habían zarpado, ya estaban en camino a las islas de él, su tierra natal, y cuando llegaran ella se casaría con él. No había nada en el mundo que quisiera más.

Erec la apretó firmemente y ella se inclinó más hacia él, mientras ambos se reclinaban hacia atrás, mirando al universo, la suave niebla del océano caía sobre ellos. Sus ojos se les cerraban de sueño en la tranquila noche del océano.

Cuando ella miró al cielo abierto, pensó en lo enorme que era el mundo; pensó en su hermano, Thorgrin, por ahí en algún lugar, y se preguntó dónde estaba ahora. Sabía que iba en camino a ver a su madre. ¿La encontraría? ¿Cómo sería ella? ¿Realmente existía?

Una parte de Alistair quería unirse a él en el viaje, conocer también a su madre; y otra parte de ella extrañaba el Anillo y quería estar de regreso en casa, en territorio conocido. Pero la mayor parte de ella estaba emocionada; estaba entusiasmada de comenzar una vida de nuevo, junto a Erec en un lugar nuevo, en una nueva parte del mundo. Estaba emocionada de conocer a su gente, de ver cómo era la patria de él. ¿Quién vivía en las Islas del Sur?, se preguntaba. ¿Cómo era su gente? ¿Su familia lo acogería? ¿Les daría gusto recibirla o se sentirían amenazados por ella? ¿Les parecería bien la idea de su boda? ¿O habían imaginado a otra persona, alguien de los suyos para Erec?

Lo peor de todo, lo que más temía, era ¿qué pensarían de ella una vez que se enteraran de sus poderes? ¿Una vez que descubrieran que era una Druida? ¿La considerarían un bicho raro, una forastera como todos los demás?

"Cuéntame otra vez de tu gente", le dijo Alistair a Erec.

Él la miró, luego miró hacia el cielo.

"¿Qué deseas saber?".

"Cuéntame acerca de tu familia", dijo ella.

Erec reflexionó en silencio durante mucho tiempo. Finalmente habló.

"Mi padre es un gran hombre. Ha sido rey de nuestro pueblo desde que tenía mi edad. Su muerte inminente cambiará nuestra isla para siempre".

¿Y tienes más familia?

Erec dudó durante mucho tiempo, y finalmente asintió con la cabeza.

"Sí. Tengo una hermana… y un hermano”. Él vaciló. "Mi hermana y yo, estuvimos muy unidos cuando éramos niños. Pero debo advertirte que es muy territorial y se pone celosa fácilmente. Desconfía de los forasteros y no le gusta la gente nueva en nuestra familia. Y mi hermano…", dijo Erec con la voz apagada.

Alistair le dio un codazo.

"¿Qué pasa?".

"Es el mejor luchador que conocerás. Pero es mi hermano menor, y siempre has estado en competencia conmigo. Siempre lo he visto como hermano, y él siempre me ha visto como competencia, como alguien que se interpone en su camino. "No sé por qué. Así son las cosas. Desearía que fuéramos más apegados”.

Alistair lo miró, sorprendida. No podía comprender cómo alguien podía mirar a Erec con algo que no fuera amor.

¿Y sigue siendo de esa manera?", preguntó ella.

Erec se encogió de hombros.

"No he visto a ninguno de ellos desde que era un niño. Es mi primer retorno a mi patria; han pasado casi treinta ciclos de sol. No sé qué esperar. Ahora pertenezco más al Anillo. Y sin embargo, si mi padre muere… soy el mayor. Mi gente esperará que yo gobierne".

Alistair hizo una pausa, sorprendida, sin querer husmear.

“¿Y lo harás?”.

Erec se encogió de hombros.

"No es algo que busque. Pero si mi padre lo desea… No puedo decir que no".

Alistair lo analizó.

"Tú lo quieres mucho".

Erec asintió con la cabeza, y ella pudo ver sus ojos brillando en la luz de las estrellas.

"Sólo rezo para que nuestro barco llegue a tiempo antes de que él muera".

Alistair consideró sus palabras.

"¿Y qué hay de tu madre?", preguntó ella. "¿Le agradaré?".

Erec sonrió ampliamente.

"Como una hija”, dijo. "Porque ella verá cuánto te amo".

Se besaron, y Alistair se reclinó y miró al cielo, estirándose y sujetando la mano de Erec.

"Recuerda esto, mi señora. Te amo. Tú estás por encima de todo. "Eso es lo único que importa". Mi gente nos hará la boda más grande que haya habido en las Islas del Sur; nos inundarán de festividades. Y serás amada y aceptada por todos ellos".

Alistair analizó las estrellas, sujetando la mano de Erec firmemente, y se maravilló. No tenía ninguna duda del amor que él sentía por ella, pero se preguntaba qué diría su gente, gente que él apenas conocía. ¿La aceptarían como él pensaba que lo harían? No estaba tan segura.

De repente, Alistair oyó pasos pesados. Miró y vio a un miembro de la tripulación del barco caminando sobre el borde de la barandilla, levantando un gran pez muerto sobre su cabeza y arrojándolo por la borda. Hubo un chapoteo suave por debajo y pronto un chapoteo más grande, mientras otro pez saltaba y se lo comía.

Luego siguió un terrible sonido debajo de las aguas, como un gemido o llanto, seguido por otro chapoteo.

Alistair miró al marinero, un personaje desagradable, sin afeitar, vestido con harapos, y al que le faltaban dientes, inclinándose sobre el borde, sonriendo como tonto. Se volvió y la miró, con una cara diabólica, grotesca, en la luz de las estrellas. Alistair tuvo un terrible presentimiento.

"¿Qué tiraste por la borda?", preguntó Erec.

"Las entrañas de un pez simka", contestó.

"Pero ¿por qué?".

"Es un veneno", respondió, sonriendo. "Cualquier pez que lo coma, morirá en ese instante".

Alistair lo miró, horrorizada.

"¿Y por qué quieres matar al pez?".

El hombre sonrió más ampliamente.

"Me gusta verlos morir. Quiero escucharlos gritar y me gusta verlos flotar, boca arriba. Es divertido".

El hombre se volvió y caminó lentamente hacia el resto de su tripulación, y mientras que Alistair le miraba irse, sentía la piel de gallina.

"¿Qué pasa?", preguntó Erec.

Alistair alejó la mirada y sacudió la cabeza, tratando de hacer desaparecer lo que sentía. Pero no fue así; tenía una terrible premonición, no estaba segura de lo que era.

"Nada, mi Lord", dijo ella.

Se instaló nuevamente en sus brazos, tratando de decirse a ella misma que todo estaba bien. Pero ella sabía, dentro de sí misma, que estaba muy lejos de estar bien.

*

Erec despertó en la noche, sintiendo que el barco se movía lentamente hacia arriba y hacia abajo, y supo inmediatamente que algo estaba mal. Era el guerrero dentro de él, la parte que siempre le había advertido un instante antes de que algo malo sucedería. Siempre había tenido ese sentido desde que era un niño.

Se sentó rápidamente, alerta y miró alrededor. Se volvió y vio a Alistair profundamente dormida junto a él. Todavía estaba oscuro, el barco todavía se mecía sobre las olas, sin embargo, algo estaba mal. Miró alrededor, pero no vio ninguna señal de que algo estuviera mal.

¿Qué peligro podría existir, se preguntaba, aquí en medio de la nada? ¿Fue sólo un sueño?

Erec, confiando en sus instintos, se agachó para agarrar su espada. Pero antes de que su mano pudiera agarrar la empuñadura, repentinamente sintió una pesada red cubriendo su cuerpo, cayendo alrededor de él. Estaba hecha de la cuerda más pesada que había sentido, casi lo suficientemente pesada para aplastar a un hombre y aterrizó encima de él, con firmeza a su alrededor.

Antes de que pudiera reaccionar, sintió que era levantado por lo alto, la red lo tenía atrapado como animal, sus cuerdas estaban tan apretadas alrededor de él que no podía incluso moverse, sus hombros y brazos y las muñecas y pies estaban limitados, aplastados juntos. Fue izado más y más, hasta que  se encontró a unos seis metros por encima de la cubierta, colgando, como un animal atrapado en una trampa.

El corazón de Erec se aceleró en su pecho, mientras trataba de comprender lo que estaba sucediendo. Miró hacia abajo y vio a Alistair, despertando.

"¡Alistair!", gritó Erec.

Ella lo buscó por todas partes, y cuando finalmente levantó la vista y lo vio, su cara se desencajó.

“¡EREC!”, gritó ella, confundida.

Erec observó cómo como varias docenas de miembros de la tripulación, llevando antorchas, se acercaban a ella. Todos tenían sonrisas grotescas, había maldad en sus ojos mientras se acercaban a ella.

"Ya era hora de que él la compartiera", dijo uno de ellos.

"¡Le voy a enseñar a esta princesa lo que significa vivir con un marinero!", dijo otro.

El grupo estalló en carcajadas.

"Después de mí", dijo otro.

"No antes de que yo la haya hecho mía primero", dijo otro.

Erec luchó para liberarse con todas sus fuerzas, mientras ellos continuaban aproximándose a ella. Pero fue en vano. Sus hombros y brazos estaban sujetados con tal firmeza, que ni siquiera podía moverlos.

"¡ALISTAIR!", gritó desesperado.

Estaba indefenso para hacer algo, mas que observar, mientras estaba colgado.

Tres marineros se abalanzaron repentinamente por detrás sobre Alistair; ella gritó mientras la hacían caer, rasgaron su blusa, pusieron sus brazos por detrás de su espalda. La sostuvieron firmemente mientras varios marineros más se acercaban.

Erec analizó el barco buscando cualquier señal del capitán; lo vio en la cubierta superior, mirando hacia abajo, observando todo.

"¡Capitán!", gritó Erec. Este es tu barco. ¡Haz algo!".

El capitán lo miró, luego poco a poco volvió la espalda a toda la escena, como no queriendo verla.

Erec miró desesperado, cómo un marinero sacaba un cuchillo y lo sostenía sobre la garganta de Alistair, y Alistair gritó.

"¡NO!", gritó Erec.

Era como estar viendo una pesadilla desvelándose ante él – y lo peor de todo, es que no había nada que pudiera hacer.

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